domingo, 18 de enero de 2015

El día que cayó el bloqueo

Hablo de sucesos.
Volvíamos a La Habana después de unos días en la provincia de Pinar del Rio. Paseos a caballo, exmilitares, tesoros y fruta en cascadas se habían sucedido alterando mi percepción general de los cubanos a lo largo de los dos extremos del eje amor-odio.
Unos currantes de la compañía telefónica nos transportaron en su camioneta hasta el puente de la autopista que lleva a La Habana. En Cuba hay una única autopista de 6 carriles que surca la isla por el centro. Los puentes que la pasan por encima para las salidas, sirven como lugares improvisados de espera de la gente. Debajo del puente a la sombra se puente esperar la guagua o cualquier medio de locomoción que decida recogerte en botella (hacer botella es el nombre del autostop en Cuba). Tuvimos suerte, pues cuando llegamos a unos 200 metros del puente había una guagua pequeña y destartalada parada. Yo no tenía mucha fe en que nos llevara, pues se veía que no era un transporte público, pero Saray tuvo mejor intuición y se pegó la carrera para preguntarles. Desde lejos nos hizo el gesto de que nos apresuráramos, y allá que fuimos.
Para nuestra sorpresa se trataba de una guagua que el párroco de la iglesia había alquilado para traer a toda una familia a la boda de un pariente a La Habana. El ambiente era genial, y allí todos iban bien vestiditos a la capital a ver como se casaba un familiar. Abuelos, padres, hijos, sobrinos, tíos, nietos, todos juntos.
De repente uno de ellos, el hermano del novio, con el móvil en la mano y mirando la pantalla, pide silencio intentando aplacar las múltiples conversaciones que había en la guagua. Dice que le acaba de llegar un mensaje de un amigo suyo que vive en Miami, se le ve con cara de incredulidad. Comienza a leer textualmente que Obama acaba de anunciar que se acabó el bloqueo y que liberan a los 2 presos políticos que quedan en EEUU de los llamados en Cuba “5 héroes”.
La gente se mira incrédula unos a otros, yo en un primer momento pienso en si no es una broma del amigacho. Pero en seguida se inicia la algarabía, algunos ríen a carcajadas aun sin creérselo, otros inician conversaciones acaloradas con los demás, una mujer mayor deja escapar alguna lágrima sin que se note mucho. Nosotros empezamos a preguntarles y ellos a darnos sus opiniones. Bromean sobre que por fin volverá la papa y el pescado a las tiendas, que si ya se ha resuelto todo. Alguno opina que esas noticias no se publicarán en Cuba para que el gobierno pueda seguir echándole la culpa de todo al bloqueo. Otros advierten que hay que esperar a ver como se hace esto, porque después de 60 años uno ya ha pasado por demasiadas ilusiones frustradas. Otros discuten sobre las verdaderas intenciones de Obama, sobre qué significa esto, sobre todo. Nos preguntan cómo están las cosas en España…
Todo es muy rápido, yo pienso en cómo se acogerá la noticia a nivel del país, si la gente saldrá a la calle a celebrar. Horas después ya en La Habana y hablando con más gente veo que no, la noticia se ha tomado con precaución e ilusión contenida, Raúl Castro ha dado la noticia en televisión y la tele no para de analizar y hablar del tema, pero la gente sigue su vida. Aun así, conservo la sensación de haber vivido un momento histórico en el lugar adecuado, en una guagua que recibió la noticia casi en directo a través de un mensaje.

PD: Unos días más tarde, una mujer mayor con la que hable del tema, me preguntaba retóricamente bastante emocionada. ¿Qué le hicimos nosotros a EEUU para que nos castigara de este modo? ¿Porque perdonó a países como Rusia y Vietnam con los que llego a tener guerras? ¿Qué le hicimos nosotros tan grave para que haya tardado 60 años en perdonarnos? Las preguntas se me quedaron en la cabeza resonando durante todo el viaje. Y darles respuesta es difícil.


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