Es increíble de las cosas que se da uno cuenta cuando sale
de su cultura y mira otra cultura con ojos de niño curioso.
El día 20 de Noviembre aquí se celebra el día de la revolución.
Dándole una patada a la historia, ese día conmemoran la revolución mexicana que
a principios de siglo encabezo Emiliano Zapata y Pancho Villa, y donde
consiguieron derrocar a Porfirio Díaz, el dictador que llevaba aquí más de 30
años. Os diría que al final cambiaron una dictadura por una dictablanda, pues
el PRI, el partido que gobernó después estuvo 75 años en el poder. Pero bueno
no somos nadie para juzgarlos, pues nosotros dejamos morir a nuestro dictador
en la cama, y tampoco nos va muy bien ahora.
Anécdota puntual. ¿Habéis oído la expresión “estaban más
desorganizados que el ejército de Pancho Villa”? Pues sí, viene de aquí y del ejército
de campesinos que comandaba Villa en la revolución.
Volvemos al tema, a lo que me refería con las cosas que uno
se da cuenta, es porque es notorio como se diluye el sentido por el que
perviven las fiestas. Y supongo que en España pasa igual. Aquí el día de la revolución
se ha convertido en un día en el que los niños de colegios desfilan por la
calle de la ciudad haciendo un ejercicio gimnástico que han ensayado un mes
antes con el profe de gimnasia. Es paradójico que una festividad donde se
conmemora la revolución del pueblo contra un estado opresor, haya acabado convirtiéndose
en un día de exhibición gimnastica.
No falta el profesor concienciado que saca a su tropa
disfrazados de zapata, y con pancartas en las que recuerdan los lemas de la revolución.
“la tierra para el que la trabaja” y otros lemas.
En esos pensamientos estaba yo desde el balcón de mi
oficina, porque la calle donde pasan todas estas cosas es la de mi oficina,
cuando una algarabía se empezó a extender desde la calle perpendicular a la del
desfile. De pronto una columna de hombres con pasamontañas negro, garrote de
madera, y en columnas de 3, irrumpen por la calle en una manifestación ilegal
que corta la procesión y la frena. En seguida bajo a la calle, pues sin duda
eran zapatistas con ganas de recordar que lo que Zapata defendía aun está lejos
de haberse conseguido. Y ya en la calle vi como la manifestación se alargaba y
alargaba por tiempo de 10 minutos. Los encapuchados eran solo la punta de
lanza, detrás venían cientos de indígenas, mujeres, jóvenes, y hombres, con
pancartas reclamando un sinfín de injusticias puntuales y precisas. Algunos se
tapaban su cara con la pancarta, otros más atrevidos gritaban consignas. La
gente más curiosa que alarmada, lo grababa todo con sus mil móviles, mientras
que nos escuadrones de niños perdían su formación, ante la importancia del
profesor y se ponían a jugar con lo que fuera.
La marcha paso y el desfile continuo, la gente parece
haberse acostumbrado a que los indígenas de vez en cuando les interrumpan su
vida cotidiana. Hoy solo me queda esa imagen tan impactante de irrupción en el
acto rutinario de celebrar una fiesta que ya ni se sabe de dónde viene, y las
noticias en algunos periódicos sobre el episodio. Los titulares venían a decir “que
poca consideración estos indígenas que nos emborronan nuestra bonita fiesta de
los niños.”
el disfraz de zapatista lo venden en toys are us?
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