sábado, 24 de noviembre de 2012

El espíritu de la revolución

Es increíble de las cosas que se da uno cuenta cuando sale de su cultura y mira otra cultura con ojos de niño curioso.
El día 20 de Noviembre aquí se celebra el día de la revolución. Dándole una patada a la historia, ese día conmemoran la revolución mexicana que a principios de siglo encabezo Emiliano Zapata y Pancho Villa, y donde consiguieron derrocar a Porfirio Díaz, el dictador que llevaba aquí más de 30 años. Os diría que al final cambiaron una dictadura por una dictablanda, pues el PRI, el partido que gobernó después estuvo 75 años en el poder. Pero bueno no somos nadie para juzgarlos, pues nosotros dejamos morir a nuestro dictador en la cama, y tampoco nos va muy bien ahora.
Anécdota puntual. ¿Habéis oído la expresión “estaban más desorganizados que el ejército de Pancho Villa”? Pues sí, viene de aquí y del ejército de campesinos que comandaba Villa en la revolución.
Volvemos al tema, a lo que me refería con las cosas que uno se da cuenta, es porque es notorio como se diluye el sentido por el que perviven las fiestas. Y supongo que en España pasa igual. Aquí el día de la revolución se ha convertido en un día en el que los niños de colegios desfilan por la calle de la ciudad haciendo un ejercicio gimnástico que han ensayado un mes antes con el profe de gimnasia. Es paradójico que una festividad donde se conmemora la revolución del pueblo contra un estado opresor, haya acabado convirtiéndose en un día de exhibición gimnastica.
No falta el profesor concienciado que saca a su tropa disfrazados de zapata, y con pancartas en las que recuerdan los lemas de la revolución. “la tierra para el que la trabaja” y otros lemas.
En esos pensamientos estaba yo desde el balcón de mi oficina, porque la calle donde pasan todas estas cosas es la de mi oficina, cuando una algarabía se empezó a extender desde la calle perpendicular a la del desfile. De pronto una columna de hombres con pasamontañas negro, garrote de madera, y en columnas de 3, irrumpen por la calle en una manifestación ilegal que corta la procesión y la frena. En seguida bajo a la calle, pues sin duda eran zapatistas con ganas de recordar que lo que Zapata defendía aun está lejos de haberse conseguido. Y ya en la calle vi como la manifestación se alargaba y alargaba por tiempo de 10 minutos. Los encapuchados eran solo la punta de lanza, detrás venían cientos de indígenas, mujeres, jóvenes, y hombres, con pancartas reclamando un sinfín de injusticias puntuales y precisas. Algunos se tapaban su cara con la pancarta, otros más atrevidos gritaban consignas. La gente más curiosa que alarmada, lo grababa todo con sus mil móviles, mientras que nos escuadrones de niños perdían su formación, ante la importancia del profesor y se ponían a jugar con lo que fuera.
La marcha paso y el desfile continuo, la gente parece haberse acostumbrado a que los indígenas de vez en cuando les interrumpan su vida cotidiana. Hoy solo me queda esa imagen tan impactante de irrupción en el acto rutinario de celebrar una fiesta que ya ni se sabe de dónde viene, y las noticias en algunos periódicos sobre el episodio. Los titulares venían a decir “que poca consideración estos indígenas que nos emborronan nuestra bonita fiesta de los niños.”

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