Este mantra cubano nos ha
acompañado durante todo el viaje, y el mejor consejo que te puedo dar si viajas
a Cuba con recursos limitados, es que lo asimiles poco a poco, que te dejes
empezar por él, y lo conviertas en tu fe, pues así es. Y no he querido decir así
es Cuba, porque creo que así es el mundo.
Por un lado, todo se puede. El cubano medio se ha
sacado un doctorado en supervivencia. La situación se lo exigía, y su educación
básica se lo permitía. La represión cubana, existiendo, no es tan drástica ni
arbitraria como para atemorizar a la población. Lo que hace que la pirula
legal, la reinterpretación de las normas, y el hacer y luego pedir disculpas,
sea común en Cuba. Además nadie tiene muy claro los límites legales de muchas
cosas, lo que hace que se cree ese ambiente alegre de poder enfrentarte aún policía
con la excusa de “señor disculpe pero no sabía que había problema con hacer eso”.
Mención aparte merece la relación
de la población con sus fuerzas de seguridad. En varias ocasiones vimos a
civiles poner en su sitio a policías, exigirles mejorar su trabajo, o
discutirles su intervención con una soltura propia del que concibe a la policía
como un servidor del pueblo. Espero que comprendáis lo chocante de esto para
alguien que viene de México.
Y por el otro lado, nada es seguro. Totalmente lógico, el
mismo sistema de normal legales laxas, interpretables o desconocidas. El ánimo
caribeño de perdón y comprensión, y todo lo demás que hace que todo se pueda, también
hace que nada sea seguro.
Pero no os agobiéis,
cuando uno se relaja y empieza a bailar ese son, hasta le agarra cariño. Acabo
el post con un listado de cosas que no hubiéramos hecho en Cuba si hubiéramos tomado
demasiado en serio las normativas varias.
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Introducir
maletas con mercancía (ropa y calzado) desde México a Cuba, para que nos
pagaran parte del pasaje de avión.
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Dormir en
casas de cubanos sin licencia para hospedar extranjeros como actividad económica.
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Acampar al
aire libre
-
Viajar en ómnibus,
camión y maquina colectiva a precio irrisorio comparado con el transporte
oficial del turista.
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Obtener precio
nacional en restaurantes haciéndonos pasar por estudiantes de La Habana.
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Ir a ver el
ballet nacional cubano a un precio 50 veces menor que el que nos correspondería
por ser extranjeros.
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Y otros
asuntos que no listare aquí por no vernos implicados en procesos judiciales
futuros.
Sergio no esperaba menos de vosotros !
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